martes, 25 de noviembre de 2014

Cartas - María Moreno Alfaro

CARTA I
Sólo tú ocupabas mis pensamientos. No podía permanecer en casa y me veía obligado a coger la
moto que mi tío me había regalado y me largaba a la ciudad o a las afueras del pueblo con la esperanza de tranquilizarme o, en caso de enfadarme desquiciadamente, no hacerle daño a nadie. No me atrevía a contactar contigo de ninguna manera.

CARTA II
Decidí arriesgar mi vida por permanecer junto a ti y una noche te busqué con la intención de hablar. Sabía que, después de lo que había hecho, tenía todo el as de perder. De que te hubiera buscado en vano, pues tú te negases a verme. Os vi a todos. A todo el grupo de amigos. Tú ibas la última, apartada del grupo. Cuando te diste la vuelta y me viste justo detrás de ti tu rostro se desfiguró en una milésima de segundo. Me gritaste, pidiéndome explicaciones. Y la verdad es que no te culpo, me lo merecía. No me lo perdoné en aquel momento ni me lo he perdonado todavía cuando rompiste a llorar y tiraste el paraguas al suelo. Cuando me percaté de que todos nos miraban les hice señas para que se fueran: no los quería como espectadores. Estabas furiosa cuando te llevé al callejón para que nadie nos viera discutir. Yo no encontraba unas palabras más allá de "Lo siento" y no daba crédito a lo que oía cuando me preguntaste si todo aquello era culpa tuya. ¡Culpa tuya! ¡Qué idiotez! No sabía del todo bien si me creías cuando te prometí que te amaba, pero cuando me pediste que fuera tu novio fue maravilloso, y todavía fue mejor cuando nuestros labios se unieron, cuando se produjo el beso más apasionado jamás dado en la historia. Todavía hoy, aun estando lejos de ti, siento tu dulzura en mis labios.


CARTA III
El día que nevó celebrábamos nuestro primer día de novios. Novios. Que palabra tan irónica. Nunca imaginé que pudiera ser novio de nadie. No pude contener la sonrisa cuando te vi andando por la nieve como un pato mareado. Y tú te quedaste boquiabierta cuando yo fardaba de mi habilidad sobre el hielo. Admito que lo pasé muy bien, me sentía agradecido a la vida por esta posibilidad de estar con alguien. Pero cuando vi que ibas tan en serio, cuando vi que planeabas estar conmigo para siempre me sentí fatal, sabía que no podía darte lo que otros podrían. Te estaba robando la vida y poco a poco, consumiendo tu felicidad. Yo no podía responder a tus preguntas y me supo fatal cuando te dejé preocupada y confundida en la puerta de tu casa.

CARTA IV
Fue curioso e íntimo a la vez como te sonrojaste cuando te miré y te hice que te sentaras en mi regazo. Apuesto a que podría haber frito un huevo en tu frente. Uno de los días más felices de mi vida, incluso teniendo en cuenta que una vecina nos miró extrañada y sorprendida.






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