viernes, 9 de agosto de 2013

El ladrón de galletitas

Una mujer va a la estación de ferrocarriles para viajar a su cuidad natal. Espera con ansia e ilusión para poder ver a su familia y amigos pero, cuando le comunican que el ferrocarril va con retraso de una hora y
que tardará otras dos en llegar a su destino, se enfurece. Para pasar mejor la espera se acerca a una pequeña tienda cercana y compra unas revistas, una caja de galletitas y un refresco. Se sienta a leer una de las revistas en un banco a fin de que su espera se haga más corta. Pasan diez minutos y por el rabillo del ojo ve como un joven barbudo se sienta en el mismo banco que ella. En principio, le rechaza esa imagen bohemia y rebelde. Entonces, sorprendida y repugnada, observa como el muchacho, sin decir nada, coge una galletita y se la lleva a la boca. La mujer, que todavía sigue confusa y molesta, coge otra galletita sin dirigirle la palabra al hombre. Él, con una gran sonrisa, mira a la mujer y coge otra galleta. La mujer cree que el joven se está riendo de ella, así que repite el mismo acto y coge otra galletita. Y así sucesivamente hasta que, cuando llega la última galleta, que el toca al hombre, éste la parte por la mitad y le da media a la mujer y él se come la otra parte. Lega el ferrocarril y la mujer se sube a él pensando "con una juventud como ésta, el país no tiene remedio". Critica a todos los jóvenes sólo por el comportamiento de uno solo. Cuando el ferrocarril va a mitad de camino, la mujer siente que tiene sed y abre su bolso para coger el refresco. Es entonces, cuando descubre dentro que está su paquete de galletitas. Por lo tanto, el medio paquete que se había comido no era suyo, sino del joven que se había sentado a su lado en el banco.


Fuente entrada: María Moreno Alfaro

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